La principal preocupación en el estudio del desarrollo de la
personalidad adulta es el equilibrio entre cambio frente a continuidad.
Pensamos que la personalidad en general, y la personalidad del adulto en
particular, es estable y duradera. Pero ¿cambia la personalidad con la edad?.
Primero debemos definir la personalidad como aquella "forma de ser" que se indica coloquialmente. Ciertamente son las características psicológicas que definen a una persona, la cual se constituye a lo largo de la vida a través de la historia de aprendizajes que tenga dicha persona.
Fernández-Ballesteros (1999) así como Schaie (2003) nos hablan sobre el tema. Así, sabemos a partir de los que ellos plantean que las experiencias tempranas a menudo determinan el curso del
desarrollo posterior y las características de personalidad, una vez que se han
establecido, se refuerzan muy fuertemente para la mayoría de nosotros ya que
permanecemos en un entorno relativamente constante. No obstante, muchas
experiencias tempranas (ya sean buenas o malas) pueden no tener efectos a largo
plazo porque están relacionadas básicamente con las necesidades de un estadio
concreto de la vida.
Esta discontinuidad hace posible que el
individuo sea sensible a los acontecimientos significativos que pueden ocurrir
más tarde en su vida y que pueden generar cambios sustanciales en el individuo.
Sin embargo, rara vez los cambios de un individuo le llevarán a una inversión
total de sus patrones de personalidad tempranos.
Imagen que representa que la personalidad es estable.
Referencias:
Fernández-Ballesteros, R. y cols. (1999) Qué es la psicología de la vejez. Madrid: Biblioteca Nueva.
Schaie, K. y Willis, S. (2003). Psicología de la edad adulta y la vejez. Madrid: Pearson. |
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